miércoles, 24 de octubre de 2012

Temario 2012/2013. Tema1. LA PUERTA DE LA FE

Reproducimos la introducción del tema 1, del temario de este año. El tema lleva por título 'La puerta de la fe'. Y tiene por objetivo redescubrir el Bautismo como la puerta de la fe que nos posibilita la vida en Cristo.

LA PUERTA DE LA FE

"Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios" 
(Jn 3,3)

Si recordamos las visitas que hemos hecho a catedrales y a otras iglesias antiguas, es fácil que nos hayamos fijado en la posición que ocupa la pila bautismal. En contra de lo que estamos acostumbrados a ver en las iglesias modernas, en las que la pila bautismal está situada junto al presbiterio o cerca del altar, durante siglos la pila bautismal se situaba en la entrada o junto a la puerta, e incluso en una capilla aparte o en un edificio independiente llamado baptisterio, simbolizando así que “el santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos” (CEC 1213). Atravesar esa puerta supone emprender un camino, el camino de la fe, que dura toda la vida y comienza con el Bautismo y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna (cf. PF 1).

¿Por qué con el Bautismo comienza una nueva vida que lleva hasta la vida eterna? Porque el Bautismo es la forma en la que los hombres participamos en la muerte y resurrección de Cristo. “Por el bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.” (Rm 6,4). El Bautismo es el comienzo de una comunión permanente con Dios, de una sinergia auténtica entre Dios y nosotros. “Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5,6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12,2; Col 3,9-10; Ef 4,20-29; 2 Co 5,17)” (PF 6).

El mismo Jesucristo, entre todas las cosas que afrontó por causa nuestra, consintió ser bautizado con el bautismo de Juan, antes de empezar su vida pública, para significar y anunciar así que Él iba a sumergirse en la muerte y a emerger de ella a la vida nueva. Además, en su Bautismo prefigura el Bautismo que Él nos traía, para significar que esta es la única puerta al cielo, el único sendero que nos lleva a Él. “El Señor ha sido, pues, bautizado: No quería Él ser purificado, sino purificar las aguas a fin de que, limpias por la carne de Cristo que jamás conoció el pecado, tuviesen el poder de bautizar.” (San Ambrosio, Catequesis bautismal)

La fe infundida lo es, entonces, en la persona de Cristo. No creemos sin más, creemos en Cristo. El bautizado lo es en la fe de la Iglesia, que nos da a luz. “Iluminación” (fotismos) es uno de los nombres que recibe el Bautismo, pues es el sacramento que nos comunica una nueva Luz que debe iluminar todos nuestros caminos; nos comunica el conocimiento personal de Cristo, la “luz del mundo”, y “quienes reciben esta enseñanza (catequética) su espíritu es iluminado…” (S. Justino, Apol. 1, 61). Dios, por medio del Bautismo, nos da la gracia por la que nos hace partícipes de su misma Vida y de su mismo conocimiento. La Iglesia es la primera que cree, la primera que, en todas partes, confiesa al Señor, y así conduce, alimenta y sostiene mi fe (cf. CEC 168). Paul Claudel, en el relato de su conversión, alaba a la Iglesia como Madre y Maestra: “El gran libro que se me abrió y en que hice mi aprendizaje, fue la Iglesia. ¡Sea eternamente alabada esta Madre grande y majestuosa, en cuyo regazo lo he aprendido todo!".

Según el Ritual del Bautismo, en los ritos iniciales el ministro pregunta a los catecúmenos o a los padres y padrinos, en el caso de bautismo de niños: “¿Qué pedís a la Iglesia de Dios?” Y responden: “¡La fe!” Dejando así claro, que por medio de la Iglesia recibimos la fe, ya que nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. Creer es un acto esencialmente eclesial. El creyente recibe de la Iglesia el contenido de su fe, cuyo símbolo es el credo, y encuentra en la fe católica la comunión con Dios y con los demás miembros de la Iglesia. “La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. «“Creo”, es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”» (PF 10).

Ser bautizado no es otra cosa que nacer en Cristo, empezar a ser y subsistir en Él. Para los que vivimos en Cristo, el Bautismo es el inicio de la existencia, nos introduce en la Vida, sacándonos de la corrupción y la muerte, por eso es el primero de los sacramentos de la iniciación cristiana. Por el Bautismo, ya no tenemos vida (bios), sino Vida (zoé).

Por medio de los sacramentos, la fe se manifiesta como un don que informa a la persona entera. Afecta a la existencia entera del cristiano. “Ser bautizado quiere decir que la historia de mi vida personal se sumerge en la corriente del amor de Dios” (YOUCAT 200). Todo en nuestra vida tiene que ser relativo al Señor, estar en relación al Señor. Los sacramentos son “las puertas del cielo” por las que Cristo sale a nuestro encuentro. No sólo suponen la fe, sino que también la fortalecen y la expresan. “Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos.” (PF 11)

El bautizado es ungido para configurarse con Cristo. Este compromiso implica una continua conversión, puesto que el Bautismo borra el pecado pero no la inclinación al pecado. Este Credo deberá ir cambiando nuestro corazón para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. En palabras de San Agustín: “Que tu Credo sea para ti como un espejo. Mírate en él, para ver, si crees todo lo que dices creer. Y alégrate cada día por tu fe.”


Se puede comprar el temario en el Consejo Diocesano de Acción Católica General de Madrid.
C/ Silva 12, 2º.  28004Madrid

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