domingo, 30 de junio de 2013

Horario de la II Asamblea General de la Acción Católica General

Ya conocemos el horario de la II Asamblea de la Acción Católica General que se celebrará del 1 al 4 de agosto en Madrid. Serán 4 días para la oración la reflexión y para mostrar a todos la verdadera cara de la Acción Católica del siglo XXI.

 
 
Para ir centrando la Asamblea, iremos en día sucesivos, reproduciendo fragmentos de documento 'Ser y misión de la Acción Católica General'. Documento que va a marcar la Asamblea.
 
Introducción
 
Nos encontramos ante el documento fundamental de reflexión y preparación de la II Asamblea General de la ACG. Pretende ser un instrumento que nos ayude a responder, de forma personal y colectiva, a las siguientes preguntas: ¿cuál es el papel que debe jugar hoy la Acción Católica General en la misión evangelizadora de la Iglesia? ¿En qué aspectos debemos crecer, cambiar o avanzar para dar la respuesta adecuada a lo que la Iglesia y el mundo demandan de la Acción Católica General? ¿Qué cambios internos debemos acometer para que nuestra capacidad evangelizadora sea más eficaz y fructífera?
 
Sin duda alguna que somos conscientes de que no estamos tratando un asunto menor, ni siquiera un asunto más de una asamblea más. Estamos intentando dar respuesta como ACG a las grandes preguntas que hoy en día se está haciendo toda la Iglesia. Por lo tanto, esta tarea que ahora iniciamos requiere lo mejor de nosotros, nuestra mayor dedicación, abundante docilidad para acoger lo que el Padre nos pide y capacidad para asumir la conversión constante que la fe cristiana conlleva.
El punto de partida de este camino no puede ser otro que el análisis equilibrado, integral y profundo de la situación social y eclesial en la que nos encontramos, tratando de descifrar algunos aspectos de la realidad que nos permitan ver el futuro evangelizador con mayor clarividencia. Este análisis se realiza en un contexto en el que, en mayor o menor medida, todos hemos experimentado que muchas de las cosas que hacíamos no hace muchos años ahora ya no funcionan, han perdido su capacidad evangelizadora e, incluso, generan en ocasiones el efecto contrario al deseado. Los procesos que acompañamos no dan el fruto deseado, nos cuesta mucho formar un grupo, no somos capaces de llegar a las personas que necesitan acoger el Evangelio de Jesucristo.
 
Sin embargo, no podemos caer en la tentación de hacer un análisis de la realidad desde una actitud defensiva. Es tentador refugiarse en los cuarteles de invierno, esperando que las condiciones ambientales cambien, ya que nuestra tarea evangelizadora está básicamente bien y, por lo tanto, no requiere grandes transformaciones, porque es el mundo el que debe cambiar. O bien mirar la realidad por encima del hombro, desde la autosuficiencia, y contentarse con ser unos pocos, cohesionados y aparentemente con una vida comunitaria enriquecedora, pero que discurre paralelamente al resto de la humanidad, con escasos vasos comunicantes. O caer en un pesimismo, claudicante o heroico, pero pesimismo en definitiva. Actitudes como "ya no hay nada que hacer, hasta aquí hemos llegado" o "al menos yo permaneceré aquí hasta el final", son diferentes expresiones de un mismo sentir, ya no del final de una época, sino del final en sí mismo.
 
Es necesario que hagamos un ejercicio de realismo y de sinceridad, sin ocultar nuestras lagunas, carencias o dificultades, evitando retroalimentarnos con lamentos por lo que no somos o no tenemos. Que seamos valientes para reconocer en nosotros todo aquello que haya que cambiar. Reconocer todo lo que sea necesario, para convertirnos lo que sea preciso, para anunciar el Evangelio a cuántos más mejor y de la manera más eficaz posible. Que también seamos capaces de descubrir en el presente los signos de esperanza que nos permita mirar al futuro con clarividencia. Que nuestra mirada no se centre en "nuestros pequeños asuntos". Ortega y Gasset decía que "sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos". Pues bien, iniciemos este trabajo desde una perspectiva a medio y largo plazo, apartando de nosotros las decisiones teñidas de desesperación que provoca el miedo, o las decisiones teñidas del egocentrismo que provoca la sensación de creernos mejores que los demás.
 
 

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