Lola Aroca Roca nos cuenta su experienca del viaje que a Tierra Santa hicieron miembros de la Acción Católica General de Madrid estas pasadas navidades.
"Todos hemos experimentado la generosidad divina, a lo largo de nuestra vida tenemos muchas pruebas y creo que esta peregrinación es otra muestra más de lo bueno que es Dios con nosotros. Así lo he experimentado, como un inmenso regalo. Personalmente era un viaje que deseaba hacer desde hacía mucho tiempo, pero el cual veía lejano y fuera de mi alcance. Sin embargo cuando le comente a mi madre que en Acción Católica se estaba organizando una visita a Tierra Santa, me insistió a que debía aprovechar esta oportunidad.
La preparación espiritual para el viaje ya venía de por sí con la preparación de la Natividad del Señor. El tiempo de Adviento ha sido el mejor aliado para tener el corazón abierto a la grandeza de Dios en esa tierra.
Algo estupendo que tiene visitar los santos lugares es que puedes contemplar las escenas del evange-lio,cientos de veces imaginadas en tu mente, dentro de su contexto. Así pues los hechos sucedidos y relatados pa-san a tener su escenario verdadero. Como ejemplo de ello es darte cuenta que los pueblos de Belén y Betania no distan mucho de Jerusalén, o que las ideas románticas de como pasaban la noche los pastores no eran nada realis-tas, o apreciar la enormidad del Mar de Galilea. Sinceramente, desde mi experiencia, la peregrinación a Tierra Santa, sobrepasa y sobrecoge a cualquier persona de fe. Pues cada lugar visitado tiene importancia, ya sea por dar-se allí hechos que atañen a la raíz de nuestra fe, o a la tradición cristiana que nos sostiene como comunidad. Pero sobre todo por que recorremos un camino del cual lo único que importa es que nos una más a Jesucristo, nos ayu-de a conocerle mucho más íntimamente y así amarlo con sinceridad y fidelidad.
Por eso se cuidó en la peregrinación que el grupo tuviera momentos de oración así como misa diaria. Este cuidado de la espiritualidad del grupo fue muy importante para mi, para dejarme empapar por la presencia del Se-ñor en cada lugar visitado. Aunque he de admitir que a veces no era fácil concentrarse, como nos ocurre muchas veces, las preocupaciones externas te distraen, aunque estés delante de la roca donde tu Señor decidió dar su vida en rescate por la tuya. Esta sensación de estar sobrepasada por los Santos Lugares fue casi una constante en la pe-regrinación. Soy consciente de que con el tiempo podre ver más nítidamente la imagen de Tierra Santa que tengo ante mis ojos.
Pero también se ha fomentado conocer la historia de aquella región, no sólo en el tiempo de Jesucristo, esto nos ayuda a entender mejor la situación que viven los cristianos de la zona. Es de agradecer especialmente las reu-niones, casi diarias y después de la cena, para repasar los acontecimientos del día, dando sus impresiones todo aquel que quisiera. Esto ayudaba mucho a tener un orden y sobreponerse a la intensidad de la peregrinación. Co-menzamos nuestra peregrinación en Belén, esto era lo natural y razonable, después de la conmemoración del Na-cimiento del Salvador del Mundo. Así comenzamos camino como lo hicieran los pastores de Belén, asombrados ante el anuncio del Ángel y admirados por la luz que renueva a la humanidad. Hubo muchos momentos especiales pero creo que destacarán en mi memoria tres momentos concretos; la Vigilia de oración en la Iglesia/Basílica del Huerto de los Olivos ante la roca donde Jesucristo lloró. Otro momento muy hermoso y que atesoraré toda mi vida es poder rezar y celebrar la Eucaristía ante el Santo Sepulcro, vacio, admirando así el poder de Dios. Y como últi-mo momento, la celebración de la Eucaristía enfrente de donde María dio su “fiat” al ángel y donde Dios se abaja, tomando la carne humana como propia. Y allí mismo donde empezó todo, en la consagración, nuestro Señor se hacia pan y vino. ¡Cómo no dar gracias ante tanto!
Otro momento especial fue unirnos con jóvenes cristianos católicos de diferentes partes del mundo y de Nazaret en el rezo del Santo Rosario en este mismo lugar, dando más gracias si cabe a la Virgen e implorando su ayuda para conocer mejor al Señor. En los últimos días de nuestra pe-regrinación recorrimos alguno de los lugares donde Pedro vivió y pre-dico. Esto fue una buena forma de terminar nuestro camino, contem-plando como empezó su recorrido la Madre Iglesia. Las gracias conce-didas en esta peregrinación han sido muchas, ahora llega el tiempo de dejar madurar todo lo vivido para, sí puede ser, recoger los frutos de vivir verdaderamente y con mayor profundidad nuestra fe."
Si has ido a Tierra Santa con nosotros, o en otra ocasión, puedes hacernos llega un comentario con tu experiencia.
1 comentarios:
Yo no he estado, pero tengo muchas ganas de ir. Tengo los niños pequeños, pero cuando sean un poco mayores iremos.
Debe se emocionante pisar el mismo suelo que pisó nuestro Señor Jesucristo.
De las fotos de su web, me impresionó la de los olivos, que imagino que serían el Huero de los Olivos, donde tanto sufrió Jesús.
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