Una tarde de octubre, Luis Santos dijo a Cristina, su mujer: “No puedo decir más que como Job: Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Alabado sea Dios”. Le acababan de diagnosticar la enfermedad que coronaría su vida humana.
¿Quién es Luis Santos? Luis Santos llegó a Alfonso XI al final de los años sesenta para integrarse en el equipo directivo de los Hombres de A.C.E. Aportaba una excelente formación cristiana y una serena madurez profesional tanto en el mundo de la Empresa Constructora, como en el servicio a sus compañeros los Ingenieros de Montes de cuyo Colegio Nacional, fue Presidente.
Inmediatamente destacaron su buen criterio, su disponibilidad, su espíritu de constancia y de paz y su fidelidad. Estas virtudes fueron la base de su compromiso militante.
Luis decía: “ El militante no se jubila” y, por ello, hasta el último día ha mantenido su compromiso como Vicepresidente, Secretario, Tesorero y Responsable de Formación de su Movimiento.
Su última responsabilidad ha sido la de Secretario de la Comisión Nacional del Movimiento de Adultos de Acción Católica General.
Enfrentado con un diagnóstico claro que le dejaba poco tiempo disponible, Luis decidió convertir su última enfermedad en una acción militante que nos ayudase a todos a profundizar en el sentido de la vida y de la muerte a la luz de la fe.
Por eso, su primera reacción, antes de ponerse totalmente en manos de los médicos y con plena consciencia de lo que hacía, fue recibir la Unción de Enfermos, rodeado de toda su familia, con tal espíritu de fe, que nos edificó a todos.
Después vinieron los meses duros de lucha con la enfermedad, en los que nunca abandonó sus responsabilidades militantes y que fueron una luz para todos los que le conocíamos.
En el mes de junio, le decía a Cristina: “Siento que pronto te voy a dejar sola. Pero, no te preocupes. Nacemos para morir, y tenemos que morir para volver a vivir”.
El 21 de julio, el Padre dijo a Luis: “Ven, siervo bueno y fiel, a disfrutar de la gloria que he preparado para ti” Y Luis, amorosa y confiadamente, dio paso a una nueva vida de la mano del Padre.
En estos momentos duros de su ausencia física, debemos dar gracias al Padre, por todos los bienes que, por mediación de Luis ha repartido entre nosotros, y pedirle las fuerzas necesarias para aprovechar el tiempo en nuestro compromiso militante al servicio de los hermanos. ¡Bendito seas, Luis, siervo bueno y fiel, por todo lo que nos has dado! Apóyanos desde la casa del Padre, para que nuestros Movimientos sean fieles a su vocación como tú lo has sido.
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