martes, 27 de marzo de 2012

#Cuaresma2012: Cuaresma en tiempos de Crisis

La crisis económica que nos rodea también puede ser vista de una manera especial en este tiempo de preparación y austeridad.


Camino hacia la Pascua

La celebración de la Cuaresma -tiempo fuerte y privilegiado, si los hay, en el Año Cristiano, escuela de vida- escalamos la montaña sagrada de la Pascua. Por eso lo más importante de la Cuaresma es la Pascua a la que está orientada, de la que es iniciación mistagógica y esmerada preparación, enriquecida con la experiencia secular de la Iglesia, en esforzada peregrinación comunitaria.

Los cuarenta dïas de nuestro desierto, como Jesús, con la carga simbólica de los cuarenta años de la travesía por el desierto hacia la tierra prometida, y con los interminables y nostálgicos del destierro en Babilonia, están vivificados y presididos por el dinamismo pascual de la cincuentena que los polariza. No sólo los supera en un domingo de cincuenta días, sino que los incorpora en la unidad superior de noventa dlas desde Ceniza a Pentecostés.

Ni hay resurrección sin cruz, ni Cuaresma sin Pascua. Seríamos los cristianos los más desgraciados de todos los hombres, como escribía Pablo, en la hipótesis absurda e impensable de que Cristo no hubiera resucitado. Más incoherente sería que las prácticas cuaresmales se desviaran por otros derroteros, todo lo nobles que se quiera, y perdieran el norte, cerrados en sí mismos como un estéril masoquismo. Y hemos de confesar que no pocas veces ocurre así. Tan cansados hemos llegado al Triduo Pascual de la Muerte y Resurrección de Cristo, cuya celebración culmina en la Vigilia, que ya quedamos sin alientos para celebrarla como se merece y para seguir en la Pascua de la Cincuentena. Esta sigue siendo asignatura pendiente aún para muchos cristianos que han intentado vivir a fondo la Semana Mayor.

Si la Cuaresma es ante todo mistagogia iniciadora al Misterio Pascual, ese acontecimiento irrepetible y siempre actualizado en la Liturgia cristiana dará con su creciente vivencia la medida en que aceptamos la pedagogía maternal de la Iglesia que cada año, en espiral envolvente de profundización, nos introduce más y más en el misterio

El "paso" de Cristo y nuestro paso

Cristo va con nosotros en este camino. Es el protagonista. Con él subimos a Jerusalén para hacer nuestro su paso de la muerte a la vida. La hazaña pascual es cumbre de toda la historia de la salvación, en la plenitud de los tiempos hace casi dos mil años. Pero no pasa él solo, siendo como es Redentor de todos. Porque entonces es justamente cuando queda inaugurado el Misterio Pascual que se renueva y actualiza en cada celebración de la Iglesia.

La comunidad se encuentra con Jesucristo Resucitado en la Pascua semanal todos los domingos, ya desde la época apostólica. Y cada año revive la experiencia pascual del Bautismo incorporandose a Cristo muerto y resucitado pasando de las tinieblas a la luz, del pecado a la gracia, de la tentación y debilidad a la fuerza y la victoria, de la enfermedad a la salud, de la muerte a la vida, "de este mundo al Padre".

La Pascua es a la vez primicia y profecía de la renovación universal; un arquetipo, un gesto ejemplar y paradigmático. La Pascua sigue creciendo ofrecida, aceptada y vivida por todas las generaciones. El volcán está en erupción inagotable y su fuego divino y renovador se extiende más y más por todo el universo. Los sacramentos, principalmente la Penitencia y la Eucaristia, actualizan el acontecimiento único de la Pascua en el que Dios sigue actuando para transformar la vida de los creyentes.

Entre los signos más expresivos de la Cuaresma están el desierto donde la soledad florece como un lirio: el lugar elegido por el Señor para mostrar el amor a su pueblo ("lo llevaré al desierto"); la montaña sagrada propicia a las teofanías; la alianza siempre renovada y fiel; el agua viva, la luz y la resurrección.

En un tiempo de crisis nuestra cuaresma atraviesa el desierto en unas coordenadas vitales fuertemente marcadas por la crisis.

La austeridad voluntariamente elegida, un tanto deportiva y ligera de equipaje, haciendo mucho más que de la necesidad virtud, puede abrir luminosas perspectivas al túnel que atravesamos, descubriendo los valores del ser y del compartir.

En nuestro querido mundo del Norte y del Sur, las carencias más elementales y sangrantes, señaladas, denunciadas y catalogadas por sociólogos y pastores, están siendo agravadas hasta el escándalo por el tufo venenoso y contaminante de la corrupción, el consumismo y la insolidaridad.

La penitencia evangélica, siempre necesaria para participar con el alma purificada en los misterios pascuales; las mismas prácticas externas de cada uno y de la comunidad entera, han de brotar de la conversión del corazón y se han de orientar al amor de Dios y al bien de los hermanos.

Juan Pablo II en su mensaje  para la Cuaresma de 1994 ( tiempo también de profunda crisis), centrado en los dolorosos sufrimientos y carencias de las familias, desgarradas por los flagelos del planeta, nos lo recordaba con las palabras terminantes de su predecesor León Magno, que supo guiar la comunidad de Roma y de la Iglesia en una época de tremendas crisis: "EI ayuno de los ricos ha de convertirse en alimento para los pobres". Lo que cada uno sustrae a sus placeres, lo dé a favor de los débiles y pobres.

No es paradójico intentar descubrir lo que tiene de positivo, vital y luminoso, aun dentro de la crisis generalizada, este tiempo cuaresmal que algunos suelen ver seco, duro, negativo y desalentador. La renuncia y la austeridad enriquecen al espíritu. La mortificación es poda que rejuvenece el árbol y prepara el alumbramiento de una vida más alta. La liturgia cuaresmal está penetrada de un claro dinamismo de ascensión, progreso y germinaci6n primaveral.

Es verdad que se ensombrece con el color violeta de los ornamentos, con la ausencia del aleluya y el silencio del órgano, con la oración y el llanto, con la exhortación al combate y a la vigilancia en las almenas del espiritu. La Cuaresma nos llama a enfrentarnos con las más duras realidades para transformarlas y superarlas.

"DIES VENIET, DIES TUA" "Se acerca, Señor, tu día en el que todo florece: con su luz y su alegría ya el camino resplandece". 

Texto de Bernardo Velado 

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