Recogemos las palabras de Mons. Pardo i Artigas. La experiencia del apóstol santo Tomás, que este domingo escucharemos en la narración evangélica, me ha dado que pensar, primero, en todos aquellos que “no creen”, “dudan”, “no saben”, “buscan” o “niegan”.. Y en segundo lugar, en los que creemos, en los que confiamos en Jesucristo muerto i resucitado en el si de la Iglesia.
Algunos hechos que he vivido personalmente me ayudarán a concretar la reflexión: hace unos años, durante una visita a la familia de una difunta, en el tanatorio, tras saludar a los familiares, dirigir una breve plegaria y comentar la celebración de las exequias, el marido quiso hablar a solas conmigo. En un rincón tranquilo, me explicó que su difunta esposa era muy religiosa, pero que a él le ha resultado imposible creer. Me dijo: “En alguna ocasión la había acompañado a la iglesia, encuentro bonito lo que decís y hacéis, pero se me hace difícil creerlo. ¡Qué más quisiera! Pero también sé lo que ella creía y esperaba, y por ello le agradezco que la haya ayudado y le pido que mañana celebre la Misa exequial”.
También he recordado otros encuentros con personas que se declaraban “ateas” convencidas, incluso con una cierta militancia. Que si la religión era el opio del pueblo; que creaba falsas ilusiones a fin de que la gente esperase el cielo y no se comprometiese en transformar la tierra… Que la religión proyectaba nuestros sueños y deseos hacia Dios impidiéndonos ser conscientes de nuestra realidad; que creer en Dios era el gran obstáculo para la libertad y el progreso del hombre y la sociedad…
Sobretodo me ha hecho pensar el hecho que, por diversas razones, personas educadas en el cristianismo se hayan cuestionado la fe.
También he encontrado personas que, sin manifestarse como creyentes, valoran, agradecen y defienden las raíces cristianas de nuestro pueblo y de nuestra cultura. Se dan cuenta que, un pueblo sin espíritu, sin memoria, sin tradición, deja de ser pueblo porque ha perdido o está perdiendo su propia identidad.
Otros, por la vía de la reflexión filosófica, por la de la belleza, por la de la limitación humana, del dolor y del mal, buscan respuestas a las grandes cuestiones de la vida. No podemos olvidar que toda persona siempre busca vida, sentido y felicidad, si ello puede asegurar la plenitud del gusto que ya experimenta en ciertos momentos de su existencia. Esta búsqueda es la búsqueda de Dios.
Todo ello me hizo dar cuenta de que no podemos considerar de la misma forma a todos los que se consideran “no creyentes”, dado que las situaciones personales son muy distintas y los motivos o argumentos, lo son más todavía.
La dudas de Tomás me hacen pensar en personas próximas y estimadas. Pero, al mismo tiempo me hacen pensar en la respuesta de Jesús resucitado: “mírame, tócame, y felices los que creerán sin haber visto”.
Los cristianos, nuestras comunidades, ¿podemos decir: “miradnos y veréis”?
¿Qué deberían “ver”?
Pues que vivimos a fondo la mejor de las noticias dirigida a la persona y a la humanidad: Dios nos ama tanto y se ha hecho como uno de nosotros en Jesús, para ofrecernos la posibilidad de vivir amando y llevarnos a gustar enteramente de la vida, el amor y la felicidad que gustamos y deseamos.
Que creemos en la resurrección, es decir, que la injusticia, la muerte y sus amigos, el fracaso… han sido vencidos gracias a la muerte y resurrección de Jesús, en la que podemos participar.
Que nos esforzamos en amarnos a semejanza de Jesús, hasta llegar al perdón de quienes nos han hecho o nos hacen daño.
Que para nosotros, toda persona disfruta de la gran dignidad de ser hijo o hija de Dios…
¿Lo ven?
+Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona
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